Opinión
La comunidad del silencio y sus rituales
Decisiones.- Byung-Chul Han en su libro “La desaparición de los rituales” nos comparte una extraordinaria crítica sobre algunas de las pautas simbólicas que cohesionan a la sociedad, por ejemplo: su narcisismo colectivo, el constante incremento de expectativas de lo superfluo y su eterna carrera de acumulación de mercancías y de capital, pero sobre todo la contemplación ritual de la vida entre silencios de una élite que gobierna y una aldea que obedece ciegamente con rutinas de mínimo esfuerzo y cero comunicación en la narrativa del mundo.
En la aldea se engendra una comunidad del silencio, por lo general “no tienen ninguna opinión sobre las diversas cosas del acontecer de lo cotidiano. Se erige la comunidad sin comunicación que deja paso a la comunicación sin comunidad”, pero imaginemos: ¿qué sucedería si se rompen los rituales del “espectador masa” y se ingresa a un rol activo en la toma de decisiones?, sería mucho más interesante, porque cultivar la rutina del “no opinar” facilita que la demagogia política ejerza su silvestre parloteo que tiene como objetivo hipnotizar a la población con sus cantos de “un mejor mañana”. Obviamente estos “cantos” se hacen más estridentes cuando se acercan los calendarios electorales, pues surgen por doquier los mesías de la promesa, esos sabelotodo del poder que, hoy por hoy, ocupan las posiciones más bajas en los índices de confianza en América Latina.
Regresando al rol activo de la masa en la política, el ciudadano sin rostro tiene al menos tres momentos para contribuir en fiestas democráticas con altas posibilidades de ser tomado en cuenta:
- Pensar el voto como herramienta de transición y cambio real.
- Ajustar cuentas con gobernantes que no cumplieron promesas de campaña.
- Voto diferenciado para generar contrapesos saludables en sistemas con hiper-presidencialismos.
Salir del anonimato de la muchedumbre, disolver los rituales del silencio, y formar parte activa en la comunidad donde se vive, dan la posibilidad de repensar la política como la sumatoria de células familiares bajo la lógica del desarrollo integral, además produce una masa crítica capaz de analizar a los candidatos que en aras de obtener un espacio público empeñan hasta la propia madre.
La esencia de la democracia con una real participación de su pueblo, debería producir espacios públicos incluyentes administrados por pares y alejados de la élite que por siglos se encripta en un círculo de chambelanes con poca capacidad de autocrítica y su dialogo es siempre vertical. El espacio público, en las economías más avanzadas, tiene su origen en los sujetos de rendimiento activo que día con día impulsan la economía desde los diferentes sectores sociales, aquellas poblaciones que invierten más tiempo en el presente y que se alejan -un poco- de los enjambres digitales en donde todo es un simple espejismo para perder el tiempo.
Quizá lo que haga falta para dar rostro a la política es la cohesión grupal, tener el espíritu de unidad solidaria. La ruptura de los rituales se vuelve indispensable cuando lo rutinario no seduce, fracciona e impide el desarrollo colectivo.