Opinión
Motocicletas: cultura de la ilegalidad
Decisiones.- En otros países, en otras culturas, montarse en una motocicleta sin luces, sin portar equipo de seguridad, sin permiso para el conductor y sin placa de identificación, resultaría un hecho inusualmente estúpido de parte del ciudadano.
La cultura de la ilegalidad es un fenómeno tan arraigado en México, que gran parte de la sociedad ha perdido la capacidad de asombro, a tal nivel de que, puedes realizar todas las violaciones antes mencionadas, pasar frente a la autoridad y salir bien librado del asunto.
La cultura de la ilegalidad legitima la violación de la ley y criminaliza toda acción gubernamental en aras de que la sociedad se someta a la normatividad vigente. Mil excusas, desacreditaciones, insultos, todo sirve cuando se trata de evadir responsabilidades.
El de la palabra, no encuentra un caso tan perfecto para ejemplificar la cultura de la ilegalidad que el de las motocicletas; de arriba a abajo, transitando por las calles violando de tajo toda disposición en materia de vialidad, tan inmersos en el cáncer de lo ilegal a tal grado de creerse su propia mentira de que no hacen mal ni afectan a terceros. Su ensimismada verdad: “a mí no me pasará”.
Evadir la Ley de Movilidad, en sí, ya es un acto grave, no obstante, la cultura de la ilegalidad tiene engendros aún más lesivos que trascienden al plano de un problema de salud infanto-juvenil, al ser niños y jóvenes quienes resultan más vulnerables a los peligros mortales a los que suelen ser expuestos en las motocicletas, lo que nos lleva a continuar con el árbol genealógico de este fenómeno, ya que podemos pasar del hijo: un problema de salud pública; al nieto: conflicto moral y de valores.
Pero, ¿Por qué tal vuelco? ¿Por qué moral y valores?
No nos centremos en el amor propio, mas ¿y el principio moral de amor al prójimo? Claro que no podemos dar por descontado el afecto de los padres a los hijos, no obstante, profesar amor a éstos y, a su vez, exponerlos a los designios del caos vial, resulta una disonancia cognitiva digna de analizar.
‘¿Por qué no multan carros?’, ‘ya traen hambre los de Vialidad’, ‘no tengo dinero para regularizarme’, ‘la moto es la única forma que tengo para transportarme’, ‘tú no opines, tienes coche’. La necesidad existe, claro, las alternativas también pero, como ya se dijo, tratándose de evadir obligaciones y responsabilidades, cualquier cosa sirve.
No puede achacarse el asunto a la generalidad de motociclistas, también los hay en regla, lo que nos lleva a una conclusión: las motos no son el problema, éstas no trasgreden la ley, no ponen excusas, no evaden responsabilidades; el problema es el infractor, tan zambullido en el confort del no hacer.
Una motocicleta es sustituible como medio de transporte y hablando materialmente. Una vida no lo es.