Opinión

¿Cómo son “los nuevos” padres de Ocotlán?

Decisiones.- Hace un par de días una vecina, de aproximadamente 60 años, me decía con fervorosa insistencia: “Me acuerdo que mi padre trabajaba todo el día, llegaba y mi madre le pasaba reporte acerca de cómo nos habíamos comportado mis hermanos y yo. Si habíamos hecho travesuras o no habíamos ayudado en la casa, él nos reprendía con fuerza, luego de eso se salía con sus amigos, leía o seguía trabajando y no le veíamos más, ahora todo es diferente”.

Efectivamente la cultura cambia, se diversifica, se recompone y eso nos hace reconfigurarnos como personas. No somos el mismo tipo de padres, de trabajadores o de feligreses que fueron nuestros propios padres o abuelos. Así que en esta ocasión reflexionaré sobre la presencia cada vez más frecuente y visible de nuevas formas de llevar a cabo la paternidad en Ocotlán.

La generación de nuestros abuelos o de nuestros padres fueron víctimas de los discursos machistas dominantes que promovían un tipo particular de “ser hombre”. Era frecuente escuchar hablar de “los verdaderos hombres” y de lo que se esperaba que estos “verdaderos hombres hicieran o no hicieran”. De igual forma eran constantes las películas en las que se muestran hombres que son secos, distantes y tienen limitaciones para expresar afecto ante la pareja y los hijos. Solo por mencionar dos ejemplos de estas películas podemos encontrar títulos como “Todo un hombre” o “Macho” actuadas por Vicente Fernández, sin embargo durante los 70s y 80s no faltaron títulos y tramas similares en el cine mexicano.

De tal forma que se decía que “los verdaderos hombres” no debían llorar delante de los hijos, eran hombres que no le mostraban afecto a los niños ni a la esposa. No era necesario que fueran a los ecosonogramas, las citas durante el embarazo y no presenciaban el parto; más aún, muchos hombres ni iban al hospital porque estaban trabajando o “esas cosas los ponían nerviosos”.

Nuestros padres o abuelos no cambiaban pañales ni preparaban biberones, no hacían limpieza del hogar. Más bien eran los encargados de llevar el dinero a la casa, lo que implicaba irse a trabajar desde que amanecía y llegar por la tarde o por la noche; como llegaban cansados de tanto trabajar se iban los fines de semana con los amigos a tomar, jugar futbol o alguna otra actividad que los distrajera. No recaía en ellos la responsabilidad de hacer la tarea con los hijos, de cuidar la nutrición de los niños, más bien estaban a cargo de regañar o pegarle a éstos cuando se portaban “mal”.

Sin embargo, estos modelos imperantes de “ser padre” han ido cayendo en desuso y se han ido modificando, de tal forma que vemos que las nuevas formas de llevar a cabo la paternidad permiten que los padres sean participantes activos en las citas médicas, toman cursos psicoprofilácticos, presencian y apoyan durante el parto. Una vez que han nacido los infantes, muchos de los padres se encargan y se distribuyen equitativamente tareas como cambiar pañales, preparar biberones, elaborar comidas, bañar, peinar y vestir a los hijos e hijas. De la misma manera estos padres cada vez más se están permitiendo expresar emociones y afectos ante y hacia los hijos, admitir que tienen miedo, cariño o dolor. Son padres que, a su vez, llevan a los hijos al colegio, establecen charlas profundas y cercanas en cuanto al comportamiento dentro del colegio, las calificaciones o las inquietudes sexuales.  Además, hay que mencionar que muchos de los padres actuales ante separaciones y divorcios luchan y obtienen la custodia de los hijos, conllevando a que se encarguen plenamente de sus infantes. En otros casos no tienen la custodia pero cumplen con las actividades de crianza y cuidado.

Muchos podrían preguntarse, ¿quiénes son estos nuevos padres de los que se está hablando? En su mayoría son padres adultos-jóvenes o jóvenes, que han logrado romper con los modelos que aprendieron sobre la paternidad. Algunas de las cosas que parecieran haberles permitido romper con los viejos modelos de paternidad son el acceso a niveles medios o superiores de educación. Los nuevos modelos de masculinidades que comenzaron tímidamente a verse en las telenovelas y películas en los cuales se muestran padres partícipes, activos de la crianza y cuidado de los hijos, padres que van al colegio y hombres que no temen ser afectivos.

Una de las cosas que, aunque se crea o no, ha permitido estas nuevas posibilidades de relación, interacción y comunión entre los padres y sus hijos son los movimientos feministas que por un lado lucharon porque no se promueva un único tipo de ser “hombre”, mientras que por otro lado posibilitaron que más mujeres se insertaran al mundo educativo y laboral. Elementos que en conjunto llevaron reestructuraciones en los roles y tareas que cada miembro de la familia realiza. Así que el feminismo no es un movimiento “mujerista” o que solamente beneficie a las mujeres como coloquialmente se dice, ya que sin duda también ha permitido que los hombres encuentren y desarrollen nuevas formas de “ser hombres”, de “ser padres” y de “ser profesionistas”. En el caso particular los padres actuales tienen, sin duda, mayor implicación y cercanía en la relación padre e hijo.

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Karla Alejandra Contreras

Estudiante del Doctorado en Ciencias Sociales en CIESAS-Occidente. Maestra en Psicología Social por la Universidad Católica del Norte, Chile. Es profesora en el Centro Universitario de la Ciénega (CUCI) de la Universidad de Guadalajara (U. de G). Investiga y reflexiona sobre temas de género, sexualidades, maternidades y juventudes.

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