Opinión

Cuando ser bella se vuelve una obligación: la historia de algunas mujeres de Ocotlán

Decisiones.- “Arréglate mi’jita, no te vayas a ir así a la escuela que te ves como muerta, ponte rímel, date una peinadita y píntate los labios”, le dice una mamá a su hija antes de que ésta se vaya a la escuela.

Una amiga le dice a otra: “Deberías ir a que te pongan nalgas y cintura, así seguro que sí encuentras galán”.

“Yo no puedo andar con zapato bajito, soy muy chaparra, nomás los tacones me salvan”, se dice a sí misma constantemente Patricia, una mujer que mide 1.50 mts.

“Ya le hace falta una dieta a Lupita”, dicen sus primas cuando ésta va llegando a la casa.

Todas estos comentarios y otros más forman parte de las expresiones que cotidianamente se dicen a las mujeres acerca de la belleza.

¿Qué significa la palabra arreglar? De acuerdo a la Real Academia Española es hacer cambios necesarios para que una cosa que está estropeada deje de estarlo. Pero, ¿por qué no existe el imperativo de que los hombres se arreglen?, ¿será acaso que las mujeres estamos estropeadas y los hombres no? La respuesta claramente es no.

Las mujeres socialmente han sido concebidas como un ser para otros y se espera que éstas sean complacientes, afables y que se esfuercen por gustarle a esos otros a los que se deben. Ojo, esos otros no necesariamente son hombres a veces son las primas, las amigas, los compañeros del trabajo, la familia, “la sociedad”, etc.

La mercadotecnia, la televisión, el cine y la moda han ido vendiendo y construyendo en las mujeres ciertas formas de ser y concebirse bellas, estas formas, muchas veces, ni siquiera se pueden lograr si consideramos la estatura y las cualidades anatómicas de los mexicanos. Optan por presentar mujeres rubias, delgadas, blancas, de ojos claros, dientes blancos y narices pequeñas.

Incipientemente comenzamos a ver en las pasarelas mujeres con bustos pequeños, tallas de ropa más grandes, morenas o con algún tipo de discapacidad. No obstante,  la visibilidad que reciben los referentes blancos y curvilíneos sigue siendo mayor y continúa teniendo un lugar privilegiado como ideal a alcanzar en México.

Pero, ¿qué efectos tiene esto en las mujeres ocotlenses? En Ocotlán, no es extraño conversar con mujeres que solamente se sienten seguras usando tacones. También es frecuente escuchar que alguna joven dice que no puede salir a una fiesta, compartir con el novio, ir al trabajo o a la escuela sin maquillaje. Hay señoras que obsesionadas por las marcas dicen que solamente se sienten valiosas con la bolsa MK o Coach. O bien son latentes esos testimonios de mujeres quienes dicen no pueden pasar más de un mes sin teñirse el cabello. Lo que tienen de común estos casos es que en todos ellos encontramos a mujeres que viven bajo la dictadura de la belleza.

Esta dictadura de la belleza femenina hace que algunas mujeres se restrinjan de comer cuando su cuerpo se los pide, desarrollen comportamientos ligados a la anorexia o la bulimia, recurran a la cirugía estética una y muchas veces, deformen sus pies, gasten cantidades exorbitantes en ropa, zapatos y maquillajes. También genera que algunas mujeres usen ropas holgadas para disimular la carencia de curvas o el exceso de las mismas, mientras que otras por el contrario optan por usar fajas que no las dejan ni respirar y que ponen en riesgo su salud.

Si bien el autocuidado de sí es un recurso importante para que las mujeres logren mejorar su autoconcepto, autoestima y seguridad, cuando ese autocuidado dirige, domina y determina los modos y formas de relacionarme con los otros deja de ser cuidado para convertirse en dictadura de belleza femenina. Sostengo que es una dictadura que actúa sobre las mujeres, porque si bien en los hombres también imperan estándares de belleza no tienen el mismo carácter y obligatoriedad que para las mujeres.

Una alternativa para esta dictadura es pensar constantemente por qué, para qué o para quién quiere cada mujer cumplir determinado estándar de belleza. También es importante que las mujeres emprendan un camino de autoconocimiento y se construyan una vida para sí, que dejen de verse como sujetos para los otros y que se otorguen a sí mismas reconocimiento y validación.

Otro recurso oportuno podría ser visibilizar y potenciar una mirada apreciativa, de compañerismo y sororidad entre mujeres; esta mirada apreciativa podría reforzar las cualidades particulares que cada mujer tiene y que la hacen valiosa. De igual forma es urgente que cuestionemos los estándares de belleza que socialmente se han ido promoviendo y que no valoran la diversidad y la particularidad de cada región del país.

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Karla Alejandra Contreras

Estudiante del Doctorado en Ciencias Sociales en CIESAS-Occidente. Maestra en Psicología Social por la Universidad Católica del Norte, Chile. Es profesora en el Centro Universitario de la Ciénega (CUCI) de la Universidad de Guadalajara (U. de G). Investiga y reflexiona sobre temas de género, sexualidades, maternidades y juventudes.

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