Opinión

La histórica represión del campesino

I

El papel que el maíz ha desempeñado en la cultura mexicana es crucial. Representó en gran medida el establecimiento de las civilizaciones indígenas. Desde entonces fue el elemento fundamental en la dieta de cualquier habitante del país y en la actualidad ninguna de las dos premisas enunciadas se ha modificado. El maíz, en diversas esferas, significa economía, poder y sustentabilidad. El maíz ciertamente constituye estabilidad.

El historiador Alfonso Alfaro, Doctor Honoris Causa por el Instituto Tecnológico de Estudios Superiores de Occidente (ITESO), planteó en un seminario la importancia que el maíz ha tenido a lo largo de la historia mexicana, sin el cual hubiese sido imposible la creación de unidades sociales e instituciones en el transcurso y devenir del país.

En la época prehispánica el calpulli, entidad básica de organización en los mexicas, se debió en gran medida al dominio del cultivo del maíz mediante la chinampa. Fue gracias al producto y alimento de la tierra comunal que el calpulli se estableció como la unidad social elemental en la construcción de la civilización azteca. El maíz, como centro de la producción, se erigió en producto elemental y alimento indispensable en la dieta del antiguo –y actual- mexicano.

Posteriormente, durante la colonia, la unidad administrativa del calpulli se transformó en la llamada cofradía colonial mediante la cual, ante el abuso y diferencia social, el indígena pudo en parte administrar sus tierras comunales y seguir con la producción del maíz ante la hacienda española y el clero católico. A diferencia del calpulli, la cofradía indígena contrapone ya diferencias y estratos sociales irreconciliables entre el indígena, el mestizo y el español que estribarían en diversas guerras y culminarían con la revolución de 1917 y la reforma agraria de la cual, derivado del calpulli y la cofradía indígena, se instituiría el reparto agrario de tierras comunales conocido como “ejido” y actualmente funciona. Que actualmente tiene como peligro al propio Estado mexicano y al empresario sagaz.

Las unidades de administración y producción calpulli, cofradía indígena y ejido son claras expresiones de la agricultura mexicana, de la importancia de la administración agrícola del país y, en cierto modo, afirmación de un estrato social históricamente ignorado y castigado: El campesinado.

No debe ahondarse sobre las profundas diferencias y marcada disparidad que existe en los sectores económicos, educativos y sociales entre las zonas rurales, cuya actividad preponderantemente es la agricultura y las zonas urbanas de nuestro país, que de igual forma se sostienen y mantienen de los productos que tienen origen en el campo mexicano. Existe extrema desigualdad en ambos polos sin que se profundicen realmente las condiciones de represión política y opresión económica que los campesinos han tenido en el transcurso de la historia nacional a través de los anteriores ejemplos.

II

Tras la firma del Tratado de Libre Comercio (TLC) uno de los sectores económicos más lesionados y maltratados fue el del campo. Se le obligó al campesino mexicano a la libre competencia con los granjeros de Norteamérica en un desigual escenario económico que estribó en mayor marginalidad y vulnerabilidad del sector. El campesino, desde entonces, ha tenido en el Estado mexicano uno de los principales enemigos al omitir éste programas o acciones en sus diversos niveles de Gobierno en beneficio de un sector tan vulnerable. Olvidamos socialmente que los productos primarios que tienen origen en el campo son las principales unidades económicas que dan vida al mercado y los productos manufacturados. Sin los productos primarios y el blindaje necesario en el libre mercado es imposible sostener un desarrollo económico equitativo tanto para el sector campesino como los diversos sectores mercantiles de las zonas urbanas.

El Estado olvidó la importancia del sector campesino. Los integrantes de las zonas urbanas, en gran medida, hemos olvidado lo que el campo significa en nuestra manutención. Incluso, las llamadas “representaciones gremiales” de los trabajadores del campo se olvidaron de ellos y se convirtieron en sistemas clientelares para obtener el voto del campesinado. La Confederación Nacional Campesina (CNC), sector político del Partido Revolucionario Institucional (PRI) le ha dado la espalda para proteger los interés de algunos cuantos políticos que desde hace décadas no han representado la voz del campesinado en los diversos Congresos Legislativos. La CNC cuenta actualmente –y siempre ha tenido- con representación de varios diputados en los Congresos Locales, Federal y en el Senado sin que ninguno de ellos se haya pronunciado al respecto de las condiciones actuales del campo mexicano. La CNC, fungiendo como órgano clientelar del PRI no ha representado cabalmente los intereses del verdadero campesino.

Del mismo modo el Estado, al incumplir acuerdos con los precios del maíz de los campesinos e, indirectamente proteger al gran productor, a los acaparadores y a los especuladores contribuye a sentar las bases de las diferencias económicas entre el campo y la ciudad y a acrecentar las brechas que existen en ambos sectores. Las demandas de los campesinos, en tanto productores del alimento que consumimos en las ciudades, tienen la razón; se les debe justicia, merecen justicia. Las demandas realizadas al Estado tienen fundamentos y motivos reales.

La sociedad no debe pasar desapercibida la importancia que tiene el campo para su subsistencia y continuidad. Los integrantes de la sociedad debemos ser empáticos ante las demandas y necesidades de los campesinos, tomando en consideración la larga represión y opresión de las que han sido victimas. Festejemos que, al menos en el campo, aún tienen el valor y la valentía de manifestar su inconformidad ante las precarias condiciones en las que producen y compiten, a diferencia de los sectores sociales que habitamos en las ciudades.

No hay que olvidar que ha sido el hambre el principal móvil de las guerras en nuestro país. Las revoluciones siempre las han comenzado los campesinos. Es fundamental. Una vez que no se tiene alimento, se pelea por el. El campesino lo sabe y parece que hemos olvidado tal premisa de nuestra historia. El campo es el pilar y el motor económico de la sociedad, pues sin los productos básicos que emergen de el sería imposible, si quiera, la integración de las ciudades. La causa del campo es social, si al oprimido se le vulnera más nos vemos todos afectados directamente. Solidaridad y justicia al campesino.

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Germán Sadday

Abogado por la Universidad de Guadalajara (U. de G.). Cuenta con estudios de posgrado en Filosofía, Ciencias Sociales y Ciencias Políticas por el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Occidente (ITESO) y la U. de G. Actualmente cursa la maestría en Derecho Corporativo y del Trabajo en el Centro Universitario de Ciencias Sociales y Humanidades (CUCSH) en la U. de G. En algunas universidades privadas y públicas se ha desempeñado como docente en materias como Derechos Humanos, Filosofía del Derecho y Amparo. Participó como líder estudiantil en la Federación de Estudiantes Universitarios y tiene experiencia en la administración pública. Actualmente es abogado postulante.

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